La peregrinación de Arjuna

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Vaishampayana continuó con el relato:

“Transcurrieron los años y parecía que nada podría perturbar el divino dominio de los cinco hermanos, quienes gobernaron sobre sus súbditos con tal rectitud y justicia que nunca nadie tuvo nada de que quejarse, ni siquiera de las cosas más insignificantes.

 

Un día Narada, el hijo directo de Brahma, el famoso sabio celestial, llegó en una visita a Indra-prastha y le pidió a Yudhisthira que le permitiera hablar con todos los Pandavas. Después de realizar la puja, los seis se apartaron.

‘Lo que les quiero decir es que esta paz con sus primos es sólo aparente’, aseguró Narada. ‘Ellos no les han perdonado en nada, incluyendo el hecho de ustedes ser superiores a ellos en todas las cosas.

Nunca lo van a hacer. Duryodhana está lleno de envidia y de odio; no logra entender de dónde sacan la capacidad para hacer cosas que parecen imposibles.

Nunca ha entendido que la fuente de su fuerza es su pureza de corazón y su devoción al Señor Supremo, que ahora está presente en este mundo.

Duryodhana sufre de una rabia sin límites todo el dia y más aún ahora que ustedes han sido capaces de transformar a Khandava-prastha en un reino floreciente. Aunque guarda silencio y no conspira abiertamente en contra de ustedes, no deben ilusionarse porque lo va a hacer tan pronto tenga la oportunidad. Estos días ustedes están disfrutando un momento de felicidad, pero es algo temporal; todavía tendrán que soportar dolor e incomodidad.’

‘Pero ¿cómo pueden hacernos daño ahora?’, preguntó Yudhisthira. ‘Tenemos un reino floreciente, un ejército fuerte y bien entrenado y tenemos fieles aliados. ¿Qué podría ocurrir?’

‘Ellos saben muy bien que en el pasado no han podido destruirlos ya que siempre han estado unidos, y ahora que se han vuelto más poderosos les será aún más difícil’, explicó Narada. ‘La estrategia de Duryodhana será la siguiente: tratará de crear motivos de desacuerdo para que ustedes discutan y rompan su unión.’

‘Pero nosotros nunca hemos ido uno en contra del otro, dijo el hijo mayor de Kunti. Nunca nos hemos peleado. ¿Como esperan ellos tener éxito?’

‘Draupadi es la única razón por la cual podría surgir disensión’, respondió Narada. ‘No importa lo grande que sea su amor el uno por el otro, los hombres que comparten el apego por la misma mujer ponen en riesgo a cada momento el pelear y destruirse entre sí.

¿Recuerdan cómo Sunda y Upasunda se mataron por la posesión de Tilottama? Por lo cual, tomen precauciones y no confíen a ciegas en el amor fraternal que los une.’

Un consejo dado por una personalidad como Narada no podía ser en modo alguno minimizado.

Incluso, después de este haber partido, los Pandavas continuaron discutiendo la cuestión tratando de encontrar una solución. Era necesario evitar que cualquiera de ellos, al ver a su otro hermano en compañía de Draupadi, se pusiera celoso y comenzara a albergar pensamientos y sentimientos oscuros.

‘Una solución’, propuso Yudhisthira, ‘podría ser la siguiente: ninguno de nosotros tendrá que ver a Draupadi en compañía de otro hermano. Cada semana estará con uno de nosotros por turno. A su vez, si alguien transgrede esta regla se irá al exilio durante doce años a visitar los lugares sagrados.’

A todos les pareció una buena idea y a partir de ese día, la regla fue estrictamente observada con rigurosidad. Pero al parecer las cosas no serían tan fáciles para los Pandavas, incluso durante ese período que era bastante tranquilo.

 

Un día, de hecho, mientras Draupadi estaba con Yudhisthira, un Brahmana llegó al palacio y pidió hablar urgentemente con Arjuna, quien lo recibió de inmediato.

‘Me robaron las vacas’, se lamentó, ‘que son mi única riqueza. Por favor, ve y corre de prisa para recuperarlas y castigar a los criminales.’

Impulsado por la solicitud del Brahmana, Arjuna decidió perseguir a los ladrones de inmediato, pero se acordó de que había dejado las armas en la habitación donde Yudhisthira estaba en compañía de Draupadi.

El virtuoso Pandava no estaba seguro de qué era lo correcto de hacer.

‘Si no se recuperan las vacas del Brahmana’, pensó, ‘el Rey y yo seremos duramente criticados por no haber cumplido con nuestro deber. En cambio, si entro en las habitaciones de Yudhisthira podré devolver los bienes robados, aunque tenga que ir al exilio. Tengo que hacerlo, no hay dudas de que el primero de los dos males es sin duda el peor.’

Arjuna recogió las armas, persiguió a los ladrones y los objetos robados se recuperaron con facilidad. Luego regresó a la corte.

‘Queridos hermanos’, dijo. ‘Sin duda recuerdan que nuestro acuerdo era más que un voto. Hoy no debí haber entrado en las estancias de Yudhisthira, por lo cual me iré durante doce años. Emplearé bien ese tiempo. Viajaré a los lugares más santos de Bharata-varsha y estaré junto a los grandes sabios con quienes voy a aprender muchas cosas.’

Sus hermanos se llenaron de consternación.

‘Pero no tienes ninguna obligación de partir’, dijo Yudhisthira. ‘Entraste a la sala a tomar las armas. Debías proteger la propiedad del Brahmana, que es el primer deber de un Kshatriya. No entraste por razones de celos u otra cosa por el estilo’.

‘Ustedes bien saben lo importante que es para un Kshatriya siempre decir la verdad y que no se falle con la palabra’, dijo Arjuna. ‘Si eso sucede, aunque sea solo por una vez, su reputación se arruinaría y nadie lo respetaría más. Y si el pueblo no estima a sus gobernantes cualquier cosa podría pasar y la paz se destruiría.

Nosotros hemos prometido: si por afectos familiares no mantenemos nuestro pacto, en nuestro pueblo dirán que somos débiles, que estamos demasiado apegados a los placeres de la familia y nos criticarán.

No podemos permitirnos correr un riesgo similar. No se preocupen. Estos años no van a ser desperdiciados; voy a aprender cosas que después nos serán de utilidad.’

Y el hijo de Indra partió para aquel largo viaje.

 

A pesar de que rara vez se detenía, tuvo la oportunidad de encontrarse con mucha gente y aprendió nuevas costumbres.

De hecho, unos meses después de salir de Indra-prastha, Arjuna se encontró con Ulupi, la hija del Rey de los Nagas, con quien se casó y tuvo un hijo llamado Iravan.

Más tarde, después de haber tomado el camino en dirección noreste, en el lado oriental de la cordillera del Himalaya entraron en la ciudad de Manalur, donde se reunió con Citrangada, la hija del Rey Citrasena. Los dos se enamoraron y se casaron. De su unión nació un niño que llamaron Babhruvahana. Después de algunos meses pasados en compañía de la princesa de Manalur, Arjuna reanudó su peregrinación.

 

Desde entonces, habían pasado unos meses cuando Arjuna llegó a Dvaraka, la ciudad de su gran amigo Krishna.”

 

Esta es una sección del libro “Mahabharata, vol. 1”, en Espanol.

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