Hanuman comenzó a contar la historia de Sita desde el principio, desde el momento de su nacimiento, cuando fue adoptada por Janaka, y luego la historia de Rama. Sorprendida, Sita escuchó la maravillosa historia.
“Querida Sita, anímate,” le dijo finalmente. “Tus sufrimientos están a punto de terminar. No pierdas la confianza. Rama llegará pronto.”
Ella lo miró de nuevo, esperanzada pero también cautelosa. ¿Podría ser un Raksasa enviado por Ravana para robar su confianza? Pensó que los Raksasas eran capaces de trazar cualquier plan. Hanuman comprendió su estado mental.
“Soy Hanuman, un devoto querido y amigo de Rama. Vinimos a buscarte y ahora, afortunadamente, te hemos encontrado. Créeme. Sé que en un lugar como este es difícil confiar en alguien, pero tienes que creerme: soy amigo de Rama.”
Aunque todavía cautelosa, Sita rogó fervientemente a los dioses que lo que estaba escuchando fuera cierto. Algo que sintió en su corazón le dio esperanza.
Hanuman la vio vacilante, insegura y pensó que debía darle una prueba de su sinceridad. Le arrojó el anillo que Rama le había confiado, que cayó al suelo con un dulce tintineo. Sita lo recogió e hizo una mueca. Lágrimas de alegría inundaron sus ojos.
“Pero si es el anillo de Rama, así es,” dijo Sita en un suspiro. “Oh, querido amigo, ¿cómo está Rama? ¿Por qué ha tardado tanto? ¿Sigue hablando de mi? ¿Piensa a veces en mi? Háblame de él. “
Hanuman respondió con una voz persuasiva y cariñosa. Quería darle confianza, darle valor, esperanza, incluso seguridad en la victoria final.
“Rama nunca te ha olvidado,” le aseguró. “¿Cómo puedes creer algo así? Siempre piensa en ti y la vida le resulta intolerable. Llegó tarde porque no sabía dónde estabas. Por eso aún no ha venido a recogerte. Pero ahora que sé dónde estás, lo traeré aquí pronto y te liberaremos. No lo dudes.”
Hanuman le contó sobre el sufrimiento que Rama sentía lejos de ella, y Sita se entristeció aún más al enterarse de su infelicidad.
“Hanuman, por favor huye de inmediato. No te arriesgues quedándote aquí. Tráeme a Rama lo antes posible. Asegúrate de que pueda volver a verlo pronto.”
¡Cuán grande y profundo era el sufrimiento de Sita!
“Querida Sita,” le dijo con el corazón hinchado por la emoción. “Puedo llevarte yo mismo si quieres. Solo sube a mis hombros y te llevaré a Rama en un abrir y cerrar de ojos.”
Al ver lo pequeño que era Hanuman, Sita dudó que fuera capaz de hacerlo y sonrió. Asi que Hanuman asumió entonces una forma gigantesca, tan alta que parecía tocar las estrellas.
Impresionada, Sita se cubrió los ojos con los brazos.
“¿Todavía dudas que pueda llevarte lejos de este horrible lugar?” le preguntó. “Súbete a mis hombros y verás a Rama de nuevo en unos momentos.”
Pero Sita ni siquiera se sintió tentada.
“No, prefiero que Rama venga a buscarme,” respondió con una voz llena de gratitud y con renovada esperanza. “Lo conozco. Sé lo fiel que es a sus principios. No le gustaría que alguien más me salvara. Quiere venir en persona. Ve ahora. Trae a Rama aquí lo antes posible.”
“Me gustaría mostrarle algo a Rama,” le dijo Hanuman después de unos momentos. “Podría dudar de la veracidad de mis palabras. ¿Cómo puedo asegurarle que te he encontrado? ¿Qué le puedo decir? ¿O qué puedo llevarle?”
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