La muerte del rey fue un duro golpe para los ciudadanos de Ayodhya, ya probados por el dolor de la separación de Rama. El rey, a pesar de lo sucedido, era muy querido por la gente. Ese mismo día, los ministros se reunieron para discutir la difícil situación.
“El rey Dasaratha murió esta mañana. Rama y Laksmana ya se fueron al bosque y ahora estarán demasiado lejos. Bharata y Satrughna están en Kekaya. Un reino, e incluso una ciudad, que se queda sin gobierno aunque sea por un solo día corre el riesgo de ser destruido. Por lo tanto, debemos encontrar una solución inmediata al problema, aunque sea temporal.”
Lo más lógico parecía ser mandar a buscar urgentemente a Bharata y a Satrughna a Ayodhya. Entonces se enviaron mensajeros.
Ese día Bharata se despertó deprimido. Había tenido numerosas pesadillas y no se sentía cómodo en absoluto. Más de una premonición le había advertido de alguna tragedia inminente. Llamó a sus amigos más cercanos y les confió:
“Esta ha sido una noche terrible, llena de pesadillas y señales de advertencias malignas. Sin embargo, parece que todo está bien. Espero que todo vaya bien también en Ayodhya, que mi querido padre Dasaratha y mi amado hermano Rama estén bien y que no haya sucedido nada desagradable.”
Justo cuando decía estas palabras, llegó un mensajero y preguntó por él. Bharata lo recibió de inmediato, alarmado por esta llegada inesperada.
“Noble Bharata, dijo el enviado, tengo un mensaje para ti de los sabios de Ayodhya. Te ruegan que regreses a la capital de inmediato, sin perder tiempo.”
El desprevenido Bharata estaba alarmado por tanta preocupación. Entonces era cierto que esas premoniciones no eran el resultado de una sugerencia; algo había sucedido.
“¿Por qué tanta prisa?” preguntó ansiosamente. “¿Qué ha pasado? Ahora estoy seguro de que algo serio está pasando. Dime, no me hagas preocupar.”
Se ordenó al mensajero que no dijera nada, pero Bharata insistió.
“¿Le ha pasado algo a mi padre? ¿O quizás a Rama? ¿No ves lo angustiado que estoy? Dime qué ha pasado.”
Pero el mensajero resolvió el problema de manera muy diplomática y solo le suplicó que se fuera de inmediato. Después de unas horas, Bharata y Satrughna abandonaron Kekaya con gran urgencia.
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