Duryodhana y Arjuna a Dvaraka

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“Después de haber sido debidamente instruidos sobre qué decir en la Asamblea del Kurava, el embajador partió. Ese mismo día los aliados de los Pandavas habían regresado a sus reinos con el fin de iniciar los preparativos de la partida de sus ejércitos.

Como también había una intensa maniobra diplomática para asegurar la ayuda de los monarcas de los reinos de Bharata-varsha, el Pandava viajó personalmente con la esperanza de obtener asistencia y amistades.

 

En ese momento, Arjuna supo que Duryodhana quería preguntarle a Krishna si combatiría de su lado, y por tal razón ya se había ido a Dvaraka. A toda prisa se precipitó hacia la ciudad del Señor, pero cuando llegó vio que Duryodhana había llegado unos minutos antes que él. Entraron uno al lado del otro en el suntuoso palacio y pidieron hablar con el Divino Rey de Dvaraka.

‘En este momento está durmiendo’, les dijo Satyaki, ‘mas, como son sus parientes, tienen libre acceso a sus estancias privadas. Pasen.’

Con vehemencia, el Kurava entró primero y sin sentirse inferior al Señor en manera alguna, se sentó junto a él, a la altura de su rostro. Arjuna, a su vez, se inclinó a sus pies con las manos juntas. Cuando Krishna abrió los ojos vio a su primo Arjuna en primer lugar en posición de plegaria.

‘Estimado amigo’, dijo Krishna, ‘¿estás aquí? ¿Por qué has venido a verme? Si tienes un problema y quieres que te ayude a resolverlo te lo concederé sin ninguna duda.’

Fue entonces cuando se dio cuenta de la presencia de Duryodhana a su lado, a quien le ofreció sus respetuosos saludos.

‘¿Estás aquí? ¿Por qué razón has venido?’

‘He venido a pedirte que combatas de mi lado, en el caso de que haya guerra’, dijo el Kurava.

Con un movimiento de cabeza Arjuna asintió que estaba allí por la misma razón.

‘Pero yo llegué primero, por lo que es justo que conozcas de mi solicitud antes que la suya’, dijo Duryodhana.

‘Aunque hayas llegado antes, cuando abrí los ojos vi primero a Arjuna que estaba a los pies de mi cama, y le prometí que le concedería cualquier cosa que deseara. Todo depende de él, así es que le preguntaré primero. A pesar de tu maldad, eres mi pariente y has realizado un viaje muy largo para visitarme de modo que no te defraudaré. Arjuna podrá elegir entre dos posibilidades: por un lado, estoy yo, que no lucharé activamente la batalla, y por el otro, estará mi poderoso ejército, Narayana.’

Sin pensarlo por un instante, Arjuna eligió tener a su lado a Krishna.

En su interior, Duryodhana sonrió: pensaba que, por un gesto de sentimentalismo, los Pandavas habían perdido a uno de los ejércitos más poderosos del mundo, compuesto por un akshauhini y por tropas que ahora serían todas suyas. Después de determinarlo todo, agradecido, Duryodhana salió de la estancia y se dirigió a la casa de Balarama, su maestro.

‘Soy tu discípulo’, le dijo en un tono humilde, ‘y dependo de ti. Combate de mi lado y procúrame la victoria.’

Aquel día Balarama no se veía de un ánimo muy alegre.

‘Ustedes, los hijos de Dhritarastra me son seres queridos de la misma manera que los hijos de Pandu, por lo tanto, no podría alzar las armas contra ninguno de los dos. 

Siempre he propiciado la paz entre todos y, en todo caso, he aconsejado a mi hermano el no asumir la defensa de ninguno. Pero sé que Krishna está de parte de los Pandavas, y conozco las razones de tal decisión.

Como no podré luchar ni contra mi hermano ni contra ti, he decidido no participar en esta guerra, y dado que ni siquiera voy a ver esta masacre, en pocos días partiré para un tirtha yatra.

En cualquier caso, es justo que sepas una cosa: si Krishna está del lado de Arjuna, tú no tienes ninguna esperanza de conseguir la victoria.’

Duryodhana realmente no tomó en serio las últimas palabras del maestro; ¿qué daño podría causar en una guerra un hombre que no estaba luchando? Krishna había prometido que no iba a participar activamente en las hostilidades, y esto hizo que Duryodhana se sintiera seguro.

Habiendo saludado a Balarama, Duryodhana se precipitó a donde Kritavarma y lo convenció para que estuviera de su parte.

 

Ese mismo día se marchó estando satisfecho con su trabajo. Había obtenido la ayuda de los Narayanas y de Kritavarma con su vasto ejército, y fue incluso capaz de evitar que Krishna y Balarama lucharan del lado de los Pandavas.

Pero si Duryodhana había podido leer los pensamientos más secretos de Balarama, hubiera perdido todo el entusiasmo. Inmerso en su meditación, con una visión perfecta, ya Balarama había predicho que por Krishna estar del lado de los Pandavas, los Kuravas estaban destinado a ser exterminado.”

 

 

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