Manthara aconsejó a Kaiyeyi diciéndole:
“Ve directamente a la habitación donde te encierras cuando tienes problemas y esparce tus joyas por el suelo. Cuando Dasaratha venga a buscarte, debe encontrarte allí, y verás que te preguntará la razón de tu aflicción. Entonces dile lo que quieres de él. Ve rápido, el rey podría llegar.”
Kaikeyi entró en la sala de la ira y se tumbó en el suelo, fingiendo desesperación.
Poco después, Dasaratha fue a visitar a su esposa. Acababa de terminar de dar instrucciones para la próxima ceremonia. Su corazón estaba lleno de alegría y quería compartirlo con ella. Entró en sus habitaciones privadas, pero extrañamente no la encontró. La buscó por todas partes, pero no pudo hayarla. Entonces Dasaratha preguntó a las doncellas si sabían a dónde había ido la reina y se le informó que estaba en la sala de la ira.
El buen rey se sorprendió. ¿Por qué había entrado su esposa favorita en esa habitación? ¿Qué le estaba ocurriendo? Kaikeyi siempre había tenido todo lo que quería, no le faltaba nada en absoluto. ¿Qué la hacía infeliz? Dasaratha entró apresuradamente en la habitación y la encontró allí, tendida en el suelo, con las joyas esparcidas por todas partes y con el rostro oscurecido por el dolor. Dasaratha se sorprendió.
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