El rey contó brevemente la historia del nacimiento de su hija y luego envió a buscarla. Cuando Sita entró, Rama la vio y se quedó atónito. Había oído hablar de ella, pero no esperaba ver una mujer así. Sita brillaba con una belleza que no era de este mundo porque venía del mundo donde las formas no tienen defectos ni limitaciones. ¡Nunca había visto a una mujer tan hermosa! Además de la belleza física, una luz profunda de castidad y santidad emanaba de Sita y esto la hacía aún más irresistiblemente atractiva.
Sita miró a Rama y tan pronto como lo vio, su corazón comenzó a latir violentamente. El príncipe era maravilloso: tenía unos ojos como pétalos de flor de loto, su largo cabello negro que le caía por los hombros y cada rasgo era un himno a la belleza. Cuando sus miradas se encontraron, el amor eterno que los unía se despertó e inundó sus corazones. Vishnu y Lakshmi se encontraron en otras circunstancias, en otra situación, unidos por el propósito divino que era la meta de su encarnación. Casualmente, Sita bajó la cabeza y se sonrojó. En su corazón esperaba que Rama intentara levantar el arco y que lo lograra. Rama la contempló. Era su eterna compañera y no pudo apartar su mirada de ella.
Esta es una sección del libro “Ramayana (Tal como es)”, en Espanol.
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