Radharani vacía el Plato sobre la Cabeza de Krishna

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Radharani vacía el plato sobre la cabeza de Krishna.

Un día Krishna no pudo ver a Radharani porque ella estaba en mana con él. Agitado por la separación, Le pidió ayuda a Visakha:

“Radha está muy enojada conmigo y no quiere verme. Pero no puedo estar sin ella. Ayúdame.”

Visakha respondió:

“Disfrázate de brahmana, ve a su casa y pide limosna. Así, al menos, podrás verla.”

Krishna pensó que era una buena idea. Se disfrazó con un hilo sagrado sobre Su pecho, sandalias de madera en los pies, un cuenco de limosna, un bastón en la mano y un libro bajo el brazo.

Así, disfrazado, llegó a la puerta de la casa de Jatila, en Yavata, y comenzó a pedir limosna, recitando mantras con los nombres de Vishnu. Era temprano por la mañana y tanto Jatila como Kutila estaban ocupadas preparando tortas de estiércol de vaca para el fuego. Aún no se habían bañado y, por lo tanto, no se consideraban puras para ofrecer limosna. Entonces, llamaron a Radharani:

“Radha, un brahmana está en la puerta. No podemos darle limosna porque somos impuros.”

Radharani:

“No puedo ir. Es hombre, y no quiero que nadie me vea con alguien que no sea mi esposo.”

Al escuchar a Sri Radha decir esas palabras, Krishna dijo:

“Ay, madre, por favor ven pronto y dame algo. No puedo esperar mucho. Solo me está permitido quedarme el tiempo que toma ordeñar una vaca. Ya es hora de irme.”

Jatila pensó:

“Si este joven brahmana se va con las manos vacías, mi familia podría sufrir un karma negativo. Alguien podría morir o podríamos perder nuestras vacas.”

Entonces entró a la casa y con dulzura le explicó la situación a su nuera, Radharani, suplicándole varias veces que saliera a dar limosna. Luego volvió a su tarea de encender el fuego con estiércol de vaca.

Radharani, convencida por Jatila, se cubrió el rostro con un velo y, acompañada por Lalita, Visakha y otras sakhis, llevó a la puerta un plato con prasadam y varios ingredientes para cocinar.

Cuando abrió la puerta, el joven brahmana le dijo humildemente:

“No necesito lo que me das. Pero, por favor, deposita tu preciosa ira en mi cuenco y seré feliz.”

En ese instante, Radharani comprendió que el joven brahmana no era otro que Krishna. Descubrió un poco su rostro, sonrió y vació todo el contenido del plato sobre Su cabeza. Tanto Ella como las sakhis estallaron en carcajadas.

Krishna, ahora feliz, se fue de allí meditando en la limosna que acababa de recibir de Su amada Radha.



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